LA LEYENDA DE LA TIRANACuando a mediados de
1535 don Diego de Almagro partió del Cusco a la conquista de Chile, al frente de 550 españoles y 10.000 indios, se acompañaba de dos hombres especialmente valiosos por su importancia y valentía:
Tupac, un príncipe inca; y
Huillac Huma, último sacerdote del extinguido Culto al Sol. El sacerdote iba junto a su hija
Ñusta, de aproximadamente veintitrés años.
Llegando la hueste española a Pica, padre e hija que estaban concertados, huyeron. Huillac Huma hacia la frontera del Liper para fomentar la rebelión del Cusco que promoviera el Inca Manco. La joven Ñusta - seguida de un centenar de wilkas y leales servidores- al bosque de tamarugos y acacias silvestres.
El bosque se convirtió en el reino de Ñusta. La fama de sus hazañas y aguerrido carácter al servicio fervoroso de su nación rebasó pronto su comarca.
Huillac Ñusta fue temida por sus enemigos y conocida, por su crueldad, con el nombre de la Tirana del Tamarugal.
Un día llevaron hasta la bella Ñusta a un hombre capturado en las cercanías de su selvático reino.
-Soy don Vasco de Almeyda - dijo el hombre, al ser interrogado - y pertenezco a un grupo de mineros portugueses radicados en Huantajaya. Andaba en busca de la Mina del Sol, cuya existencia me revelara un cacique de mi amistad y confianza cuando vuestros hombres me apresaron.
Reunidos los wilkas y los ancianos de la tribu, se acordó aplicarle la pena de muerte al apuesto lusitano. El corazón de Ñusta que hasta entonces no había vacilado en quitarles la vida a sus enemigos, pues la dominaba el más implacable odio y la venganza, sin embargo, se estremeció de pena y de horror al escuchar la cruel e inevitable sentencia. Una sola mirada del prisionero había bastado para producir en su alma un sentimiento de piedad y amor. Deseaba prolongarle la vida a ese enenmigo y que se convirtiera en su amado secreto. Ideó, entonces, un ardid. Ejerciendo sus poderes de sacerdotisa consultó a los astros e interrogó a los ídolos tutelares de la tribu, quienes con raro y perfecto acuerdo, le significaron prolongar la vida del prisionero en cuatro lunas.
Transcurrieron dos lunas, la princesa y el prisionero hablando de sus respectivos dioses, de la vida y de la muerte. Don Vasco de Almeyda se mostraba muy entero, a pesar de la vecindad de la pena implacable, fortalecido por la fe en su religión.
-Y de ser cristiana y morir como tal- le preguntó una noche la joven Ñusta - ¿ renaceré en la vida del más allá y mi alma vivirá unida a la tuya eternamente?
- Sí, amada mía.
-¿ Estás seguro de ello...? ¿ Verdaderamente seguro?
- Me ordenan creerlo así mi Dios y mi religión, que son la fuente de toda verdad.
-Pues bien, si es así, bautízame. Deseo ser cristiana y quiero ser tuya en ésta y en la otra vida.]
Su embeleso de mujer amada no le permitía distinguir el ceño severo de sus wilkas, ni la hostil actitud de los sacerdotes ni el desconcierto de sus súbditos. Almeyda vertía el agua sobre la cabeza de la princesa, y no bien terminaba de pronunciar las últimas palabras sacramentales, cuando una lluvia de flechas cayó sobre ambos. Don Vasco de Almeyda se desplomó sangrando. Ñusta Huillac, aunque también herida de muerte, sobreponiéndose con una sonrisa de felicidad a sus dolores, llamó a su derredor a los wilkas, a los sacerdores y a su pueblo:
-Muero dichosa - les dijo en los estertores- creyendo en Cristo, segura de que mi alma inmortal ascenderá a la gloria y contemplará el rostro inefable de su Creador, al pie de cuyo trono me espera ya mi amado esposo.
Por lo años 1540 y 1550, fray Antonio Rondón, de la real y militar orden mercedaria, descubrió con gran sorpresa y recogimiento una cruz cristiana en uno de los claros del bosque de los tamarugos y de las acacias. Y sobre el mismo sitio que ésta ocupaba señalando la sepultura de don Vasco de Almeyda y de la princesa Ñusta hizo levantar un pequeño santuario con madera de tamarugos, el que luego se convertiría en una gran iglesia : la de Nuestra Señora del Carmen de La Tirana, nombre primitivo conservado hasta ahora.
La iglesia de Nuestra señora del Carmen de la Tirana está situada en la mitad del camino que une a Pica y a la región de las salitreras, y es uno de los más importantes centros de fervor religioso del Norte Grande. Su celebración es del día 16 de Julio de cada año. Un espectáculo digo de verse y de estar presente.
(Dedicado esta leyenda como homenaje a todos mis compatriotas iquiqueños y macidos en el Norte Grande de Chile.)